miércoles, 16 de abril de 2008

Sólo

Desperté sólo, en el bosque, sin saber por qué estaba ahí, no recordaba nada de la noche anterior. Comencé a caminar, no sabía a dónde iba. Observo a lo lejos la sombra de un hombre, escurriéndose entre los árboles, como humedad en verano, el hombre respiraba profundamente y su exhalación la escuchaba tan cerca de mí que mis rodillas comenzaron a temblar, el hombre se acercó un poco, pero lo retirado suficiente para no verle bien, ya no estaba seguro si era hombre o mujer, la sombra se agachó como para recostarse pero solo tomó impulso, se elevó, flotó, volaba entre las ramas velozmente, las aves salieron de los árboles en parvada, huían pavorosas, pensé en huir también, pero mis piernas no reaccionaban, me encontraba como bajo un hechizo, no podía mover un músculo, solo las bolas de mis ojos que se movían de un lado a otro siguiendo las silueta de ese ser desconocido, de ese reflejo oscuro. La sombra comenzó entonces a desandar sus pasos, todo era en cámara lenta, veía los árboles pasarme.

Al fin pude moverme estaba en el lugar donde había despertado, vibraba todo mi cuerpo, miré mi mano y tenía un tipo extraño de semillas doradas como pepitas de oro, levanté la mirada y ahí estaba parado, frente a mí, era como una persona, un poco más bajo que yo, piel negra, pero nada parecida a la humana, no tenía sexo. Me miraba fijamente pero ya no me asusté, de cierta manera me sentía seguro, identificado. Levanté mi brazo, extendí mi mano, y el sujeto comenzó a comer las semillas sin usar las manos, recordé las tardes en que solía alimentar a mi madre antes de su muerto, solo nos teníamos el uno al otro. ¡El sujeto corre, vuela, salta! Sus movimientos bruscos me hicieron volver a la situación.

Se queda inmóvil, estático, su piel cambia a un color azul que al estar volando se confunde con el cielo y cada que baja se torna verde y se pierde entre el pasto y las ramas, Se detiene en una rama en lo más alto, logro distinguirlo porque su piel cambia a cada segundo, no estando segura de tomar el color del cielo o del follaje. Súbitamente se deja caer y mientras lo hace, su piel recobra el negro original, se detiene justo antes de tocar el suelo, se acerca flotando hacía mí, en sus manos tiene una cajita, una especie de cofre plateado con figuras de árboles de manzana, pero las manzanas son incrustaciones de oro, me lo entrega y se aleja lentamente.

Se para detrás de un árbol y asoma la cabeza, sospecho el riesgo el riesgo que puedo correr al verlo resguardarse, pero no tolero la curiosidad, el deseo de saber que hay dentro.

Me dispongo a abrir la caja, pero tiene un candado, mi bolsa derecha pesa un poco más de lo normal, meto mi mano y saco una llave de bronce, cuando la estoy por meter en la cerradura el sujeto suelta un grito terrible, un chillido aterrador, tan fuerte que siento que me van a reventar los tímpanos, le ordeno callar, pero no lo hace, grita con más fuerza, no lo soporto más, suelto el cofre y me tiro al suelo cubriendo mis orejas con mis manos, de entre los árboles veo salir más sujetos iguales al primero, mis manos se humedecen de un tibio liquido, poco a poco dejo de escuchar ese grito desgarrador, puedo ver a los demás sujetos abriendo la boca como para emitir un grito como el de su compañero, pero no se produce un solo ruido. Siguen llegando, ya son veinte aproximadamente, retiró las manos de mis orejas, siento mi sangre escurrir por mi cuello.

Todos los sujetos señalan el cofre, no sé que hacer, no sé si fingir que les entiendo y abrir la caja o pretender que estoy muerto y esperar a que se alejan para escapar, conservar el cofre o lanzarlo lejos para que me dejen en paz.

De nuevo vino mi madre a mi cabeza, la miré despojarse de sus miedos mientras presionaba mi mano entre las suyas, me miró fijamente, sonrió, y poco a poco, lentamente, soltó mi mano, abrió la boca, dio su último suspiro, y el mío también. Parecía que se rendía, pero ahora lo entiendo, se llenó de valor para enfrentar su destino.

Giré la llave, se levantó la tapa, del cofre salió una luz dorada que me cegó por un lapso indefinido, me sentía flotar, cosquilleaba cada parte de mi cuerpo, un viento ligero acariciaba mi rostro, movía mi cabello, me sentía tan bien, me sentía vivo otra vez.

Me desvestí en la tienda tal como me lo ordenaron, caminé por la tienda un momento, una tienda grande con hermosos objetos de oro y piedras preciosas que jamás había visto. Salí de la tienda, el sol tocaba mi piel y sentía un calor especial, uno de los sujetos me esperaba, me guió entre más tiendas, cruzamos un valle, el viento movía el pasto y las flores de una forma armoniosa, creaba pequeñas olas en el lago que brillaba con el sol como si estuviera cubierto de escarcha.

Entramos a un bosque, no era el mismo en que había estado, en éste los árboles eran más altos, el aroma era más fresco. Nos acercamos al lugar en donde estaban los demás, esperándome, alrededor de 50 sujetos estaban parados en unas gradas de madera, frente a ellos, una silla también de madera, muy alta, en donde estaba sentado un sujeto muy parecido pero distinto a los demás, de piel azul, me miraba fijamente. El sujeto que escoltaba me puso en el medio, otros dos sujetos se acercaron con unas cubetas llenas de un líquido negro que me untaron en el cuerpo. Me sentía en paz.

Estaba preparado para recibir lo que me dieran, a ser valiente, a aceptar mi destino. Me acercaron una copa a los labios y mientras bebía este vino delicioso, con sabor tan especial que no podría describirlo ni descifrar sus ingredientes, sentí mi cuerpo cambiar, transformarse, sentí mi cara deformarse, me creí soñando.

Abro los ojos, mi piel ya no es igual, ahora es negra, escucho de nuevo, pero mejor, se ha aguzado mi oído, puedo escuchar una hoja caer sin siquiera haber árboles cerca de mí, me puedo elevar, puedo volar.

martes, 15 de abril de 2008

Claudia

Claudia sale de su recamara con ropa deportiva holgada, ata su cabello en una cola mal hecha, que deja caer cabellos en su cara pero eso no le molesta, tiene una ligera sonrisa en su rostro, es domingo, no hay trabajo, sabe que hoy todo estará bien. Coge el teléfono inalámbrico de la repisa cerca de la cocina y lo deja sobre el sillón en la sala, extiende una cobija entre los muebles y enciende la televisión, va hacia la cocina a servirse un vaso con agua, timbra el teléfono y Claudia corre de regreso a la sala a contestar. Claudia contesta entusiasmada, es su hermana mayor Rosa, que solo llamó para confirmar la asistencia de Claudia la fiesta de cumpleaños de la pequeña Dora el siguiente sábado, Claudia le dice que cuente con ella, su sonrisa poco a poco se desvanece, Rosa le pregunta si sólo un boleto como siempre, Claudia responde que si, solo uno como siempre, Rosa se despide y le pide que por favor vaya bien vestida, ya que irán amigos del trabajo de su marido y tal vez ésta sea la oportunidad que Claudia había esperado, Claudia le dice que no se preocupe, que irá lo mejor posible, Rosa se despide y le dice que platicaría un rato más pero que había quedado de ir a desayunar con su otra hermana Esther, Claudia le responde que no hay problema, que ya el sábado hablaran, cuelga el teléfono y lo arroja al sillón de nuevo.

Va a la cocina de nuevo, se sirve agua en una taza con el retrato de la Mona Lisa pegado en ella, toma una zanahoria y la come mientras se dirige a la sala de nuevo.

Pone la zanahoria y la taza en la mesita al lado del sillón, justo al lado del retrato familiar, en donde se puede apreciar sonriendo a sus padres al centro de la fotografía con sus dos hijo varones uno de cada lado y sus dos hijas a las orillas completando la forma de media luna, al final a la derecha esta Claudia, la única sin expresión alguna en el rostro, solo mirando a la fijamente a la cámara. se recuesta en la cobija y se dispone a hacer abdominales cuando timbra de nuevo el teléfono, una chispa hace que sus ojos se iluminen y le regresa la sonrisa, se apresura a tomarlo y contestar, es su hermano Raúl; el mayor de todos, le llama para preguntarle por Rosa, le dice que le ha llamado para pedirle boletos extra para sus acompañantes y no la ha encontrado, Claudia responde que habló con ella hace un instante, que iba de salida a encontrarse con Esther para desayunar, la sonrisa se desvanece de nuevo, Raúl le pide que por favor la llame y le diga que necesita tres boletos más para sus amigos, que no olvide, Claudia le dice que no se preocupe que ella la llama, Raúl le agradece y cuelga. Claudia deja el telé fono en el suelo junto a su mochila negra grande en la carga libros nuevos que compra en la librería del centro a la que va después del trabajo a perder su tiempo, compra libros que le parecen interesantes, sin embargo nunca los lee.

Comienza a hacer abdominales pero comienza el maratón de su programa favorito, esto la pone feliz, ¡como es que lo había olvidado!, dobla la cobija y toma asiento, espera un corte comercial para levantarse e ir a la cocina, abre el refrigerador, saca un gran pastel de chocolate que tiene escrito Feliz Cumpleaños Claudia con betún color rosa, corta un pedazo, lo pone en un plato y se sienta de nuevo en el sillón de sala, sube el volumen de la televisión, come un poco de pastel, una lágrima cae por su mejilla.

Irving González Domínguez.