lunes, 5 de enero de 2009

Campo.


Cosas que no se olvidan, que rondan nuestra memoria y tiñen de negro el alma,
cosas que ni tú ni tu abuelita toleran a la hora del té o de la cena,
objetos inanimados que se aparecen en la frente de las personas, persiguiendote, cazandote.

Cuando caminaba el otro día por la calle, veía los árboles amarillos llenar de color la avenida; extrayendo mi energía. Creí ver una esfera, una burbuja que salía de la alcantarilla, flotaba y se elevaba hacía el cielo, y entre más subía más crecía.
Mi miedo se expendía con ella, temía que la esfera creciera tanto que empujara y destruyera las cosas, la tierra, el espacio, la vida.

Mi vida. La tuya. El camión. Lo mismo dan.

Miedo a la esfera, a la destrucción; más miedo me dan los aficionados al futbol que gritan y destruyen, que defienden algo inexistente e insignificante, o los políticos; que encima de todo eso mienten y matan por poder.

Debería tener miedo al futuro.

El futuro si es tenebroso, misterioso, inexistente pero casi tan tangible como mi cabello.

Quiero un futuro sin políticos y sin fanaticos al futbol, quiero paz mundial.

O morir en el campo tranquilamente, antes de que la esfera negra de pecados sociales e ignoracia literal se salga de las manos de nuestros líderes y explote sin más, y mate mi mente antes que a mi cuerpo.

Borrate de la frente ese objeto, deja de cazarme y acecharme para que los objetos de los demás dejen de perseguirte también. Es la hora del cambio.