viernes, 30 de septiembre de 2011

Acto de contrición

Paseaba sólo por las calles; no porque no tuviese quien lo acompañara, si no porque asi se sentía más seguro.
Y dejaba a sus pies tomar las decisiones: a la izquierda aquí, a la derecha por allá. Más nunca se sorprendía al llegar a su destino, pues por más vueltas que diera al azar y sin pensar, sus pies siempre lo llevaban a donde mismo.

Alguna vez pensó en vendarse los ojos y salir así a caminar, ponerse a prueba y descifrar si era el destino o sus pies quienes le jugaban tan injusta broma. Pero el miedo a ser arrollado por un auto era más grande al malestar que le causaba volver a la casa de su madre.