jueves, 29 de noviembre de 2012
No hay mejor regalo que una poesía
Veo a mis sueños golpearme la cara contra las rocas
con la fuerza de todos los océanos.
Qué importa si de noche me cobija el fracaso
y por la mañana me vuelvo a vestir del mismo error.
Soy un breve fragmento de mi subconsciente
bailando con unas zapatillas rosas.
He de ser más que un animal díptero que no ha volado pero está cerca.
Frente al dolor mundano tengo una valla eléctrica
que solo a servido para aniquilarme.
Puedo ver a los árboles copulando desde esta ventana
y al universo arrastrando su falda sobre las estrellas.
Mis ojos se han transformado en espacios negros
haciendo una región infinita de mi cadáver.
Esa masa, ese campo de luz que se convirtió en sombras.
Abro la puerta de mi habitación y detrás esta otra puerta, seguido de eso, solo está el vacío.
Ese tragaluz en mi cabeza que logra iluminar mi silla
en donde senil se mese mi soledad.
Ni las paredes de mi furia logran detener mi palabras
que se adelgazan para hacerse hojas.
Hojas que cortan como cuchilla terroncitos de recuerdos, sabor de amarga azúcar que vierto sobre mi cafe para mantenerme despierta.
Esa manifestación narcisista de estar viva y verme al espejo,
de ducharme, de rastrillarme todo para no parecerme a lo que antes era.
Dormir se ha convertido en mi mayor acto de presencia
ese nicho en forma de nube, un refugio indoloro de almohadas donde pongo
a descansar mis lagrimas.
De donde reencarnan rosas con espinas que dejan raíces de sufrimiento.
Aún quedan rastros aún se pueden ver manchas
de sangre decorando una silueta femenina.
para mi animal díptero. Por Betsy Lupercio
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